miércoles, 10 de septiembre de 2008

Fu y Fa por Atenas


Érase una vez dos hormiguitas, Fu y Fa, que vivían bajo un enorme y frondoso árbol que les proporcionaba cobijo.

Allí Fu y Fa dormían, trabajaban, descansaban, reían, jugaban y en definitiva vivían.
Un día se despertaron sin la sombra habitual de su querido árbol y con un estruendo insoportable, sobresaltadas comenzaron a mirar a su alrededor y descubrieron que el árbol, su árbol, estaba siendo talado para construir una carretera.

Comenzaron a correr tropezándose, sin saber muy bien qué hacer ni a donde ir viendo como les quitaban su árbol, su casa.

Muy cerca de donde había estado su árbol plantaron unas bonitas flores, pero que se marchitarían al terminar la primavera. Fu y Fa pensaron que al menos tendrían abrigo hasta que llegase el invierno y se mudaron allí, luego ya pensarían en algo, aquello era lo que tenían más a mano.

Así fue pasando el tiempo hasta que un buen día, una familia detuvo su coche en la carretera a la altura de las flores donde ahora vivían Fu y Fa, entonces algo las sacudió fuertemente. La flor había sido arrancada por una niña.

Fu y Fa estaban asustadas, iban colgando de esa flor sin saber muy bien a donde.
Después de unas horas de viaje en el regazo de esa niña, aterrizaron en un hermoso jardín que esta familia tenía. Allí también había árboles, arbustos, flores, más hormiguitas y una nueva familia para ellas.

Fu y Fa se miraron, se sonrieron y se sintieron afortunadas; sin demora se pusieron a trabajar, y a explorar su nuevo mundo. Al final su destino había sido mejor.

jueves, 4 de septiembre de 2008

EL ZAPATILLERO por Rom Pechelo

Cada día pasaba lo mismo. Cuando se aproximaba la hora de salir de casa, comenzaban las protestas. Dentro de su pequeño mundo, todos los zapatos querían hablar a la vez. El alboroto era tal que casi no se podía saber quien tenía la palabra.

“Nosotras somos las que debemos salir” - decían Las Rosas. “Nadie como nuestras preciosas flores puede alegrar los vestidos.”

“Si es por flores me parece que somos nosotras las que hemos de ir. Sobre nuestro fondo blanco lucimos muchas más flores que vosotras, y además es evidente que hemos sido diseñadas para hacer elegante cualquier vestido.”

Las sandalias blancas con flores habían llegado a mediados de verano. Nadie sabía con exactitud de dónde, aunque se rumoreaba que habían sido un regalo de los abuelos para celebrar una fiesta.

“Vosotros no tenéis ni idea. Ella nos va a elegir a nosotras. No podemos presumir de tanta flor ni de tanta elegancia, pero sin duda, para el verano somos la mejor opción. Además, con el día que está hoy, seguro que al final nos vamos a la playa.”

“Me parece señoras fanequeras que no se han fijado bien. Sí es verdad que hoy hace un buen día, pero a ella le gusta tanto la playa como el parque, y seguro que somos nosotras las zapatillas cerradas las que tenemos más opciones para hoy.”

El rey del zapatero era un pequeño pero robusto zapato de invierno. Ya se había quedado pequeño para el pie de la niña, pero continuaba allí. Vivió su momento de gloria este invierno, cuando fue el único zapato que ella utilizó para salir. Su compañero había desaparecido misteriosamente un alborotado día de lluvia. El zapato de invierno se esforzaba en ordenar todo aquel lío. Se estableció un turno riguroso de palabra para que los zapatos expresasen su opinión. Tenían la palabra unos desgastados tenis, cuando de repente la puerta de la calle se cerró.

Otra vez se ha ido a la calle en zapatillas,………